LA HORA DE DARSE CUENTA
UN CAFÉ COMIGO… Y CONTIGO.
Hace unos años al compartir unas vacaciones en Buenos Aires, en casa de una entrañable amiga y hermana que me ha regalado la vida, Yu, institucionalizamos casi como el bautismo de algo sagrado, algo que nombramos “la hora de darse cuenta”. Así le empezamos a llamar a ese breve espacio transicional entre el estado onírico y el despertar; a ese momento en el que todavía sentíamos que necesitábamos habitar en un limbo, ya no tan dormidas, aún no tan despiertas… Como un espacio vacío que nos convocaba a ESTAR en recogimiento, un poco antes de volver a fundirnos con un nuevo día…
Esos instantes transcurrían en un diálogo sin rumbo fijo, despreocupado, desaliñado, con el hilo del pensamiento soñoliento que se tornaba en humor y sonrisas; nos dejábamos arrullar aún un poco por el ronroneo de Dalí (su gato, mi sobrino adoptivo), que con sus ojos entrecerrados se posaba sobre ella evitando que se levantara muy pronto, dejando por sentado que para él aún era temprano…
La infaltable testigo de esta hora era su preciosa prensa francesa, que nos acompañaba silente con su café humeante, capaz de llenar de calidez y sabor de nuestra tierra colombiana estos instantes. Sin querer y queriendo, terminamos encontrando nuestro espacio de meditación, nuestro territorio intangible personal y compartido, que se ha quedado conmigo, con nosotros, hasta hoy, aún en la distancia.
Es esa taza de café humeante, a veces nacido de mi propia prensa francesa, otras tantas filtrado en tela (como lo hacía mi abuela), pero siempre llamando a conectar con el presente, a través de los sentidos y más allá de ellos, de su aroma volátil, de su color intenso, de su calor, de su sabor complejo…
Desde entonces tomo este instante de la mañana como tomo este café, presumiendo que se detiene el tiempo aunque transcurra… Es como el ancla cómplice que me regala la entrada al misterio de la esencia que tiene su puerta en el propio cuerpo, en los sentidos… Pero de allí se expande el espacio y si quiero, se relativiza el tiempo. Tomar este café se volvió sublime, es hoy por hoy la hora de “darme cuenta”: darme cuenta que existo, más allá de la mente y del cuerpo. O más acá? El viaje es hacia dentro.
Hoy me regalo este tiempo. Algunas veces solo unos minutos, otras veces más… Es relativo el tiempo. Y no tiene tanta importancia. Importa que estoy conmigo, sin pretender nada, dejando que por dentro suceda lo que necesite sucederse, sumergiéndome debajo de lo que pasa (pensamientos, emociones, sensaciones), para rozar el centro, así sea fugazmente.
Hoy me tomo este café y sonrío. Me sonrío. Sonrío conmigo y sonrío con Yu, aunque nos separen los kilómetros de Colombia a Argentina. Sonrío contigo; contigo que en algún lugar haces lo mismo. Sentir que alguien más escucha las aves, consiente su somnolencia con un café y se contacta con su humanidad silente y quieta, así sea por unos segundos al despuntar el día… me hace sentir parte de todos, con todos y en Todo.
Brinda conmigo cuando te tomes ese próximo café contigo. Celebro tu día como celebro el mío. Porque no somos tan diferentes… porque somos hebras del mismo abrigo.