El jardín de mis amores

Doriescribe
4 min readApr 10, 2024

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Photo by Man Chung on Unsplash

En la casa de mi crianza, el hogar de mis abuelos maternos, a quienes siempre hemos llamado “nonitos”, existe un lugar encantador: el jardín de atrás. En un tiempo, ese jardín fue hecho de naturaleza pura: tierra, pasto, arbolitos, muchas plantas florales. Allí florecieron a lo largo de los años distintos tipos de flores: rosas, cartuchos, tréboles, cayenos, coralitos, yo y tú, lavanda, vincas, trompetas amarillas, bromelias…

Con el paso del tiempo se fue necesitando un piso que no demandara arreglos y podas frecuentes, por lo que se convirtió en un piso de tableta, y las plantas quedaron en una jardinera amplia, cuyo centro estaba ocupado por un árbol llamado Penitente…. Sus flores, de color lila, parecían y aún parecen un flexible y espigado cono compuesto de pequeñas florecillas perfectas que hacen una gentil reverencia: cada ramillete cae suavemente sobre las hojas y se mueve de forma apacible con las caricias del viento.

Cuando pienso en la canción “El jardín de mis amores”, hoy por hoy ya no la percibo en el sentido del romance concebido por su autor… Hoy siento que el jardín de mis amores fue y siempre será ese lugar. Ese pequeño y humilde lugar en el mundo entero que vio mi infancia, mis pasos, mis juegos, mis dichas y tropiezos.

Vio crecer a mi hermano, y a muchos niños, fue sede de travesuras infantiles (como bajar los mangos del árbol del vecino), de accidentes (como pasar por los ojos las manos impregnadas del ají que creció allí algunas veces), de la vida de nuestras mascotas, una a una… Guarda nuestras cuitas y un sinnúmero de recuerdos y, por ello, tiene más vida y más historia que cualquiera…

El jardín de mis amores es ese rinconcito del planeta en el que la Nonita con mayúscula, mi segunda madre, Anita, en sus últimos años salía a leer, a contemplar cómo los pajaritos y palomas comían el arroz que les regalaba, cómo peleaban por los granos, cómo se perseguían y jugueteaban… Allí, pasaba las horas removiendo tierra, abonando, trasplantando, sembrando, consintiendo esas pequeñas plantas que le iluminaban la mirada y el alma. Allí aprendí a amar las maticas que le embelesaban, a querer llamarlas por sus nombres y por eso, nos pasábamos el rato capturándolas con la lente de Google hasta encontrar cómo se llamaban y sorprendernos con lo nuevo que aprendíamos de ellas.

El jardín de mis amores es el recinto de la simplicidad y la belleza, de la presencia absoluta en la magnificencia de lo cotidiano. ELLA lo hizo su santuario. Y aún me pregunto cómo alguien puede imprimirle a algo tan sencillo una esencia tan sublime y tan trascendente. Aún habiéndose marchado ella, pisé su suelo y me embargó su energía amorosa. No me extraña que aún sea el lugar donde la sutileza de su aliento quiera habitar durante su transición a lo divino.

Aunque se fuera del todo, no se iría. Su mirada de admirada inocencia ante la belleza de lo sencillo dejaría su luz en cada ser y en cada cosa observada. Ella daba vida con su mirada. Y es que, cuando se nos va la capacidad para crear y comprender complejidades, la maravilla de lo sencillo desnuda lo esencial: somos más que el tiempo, más que el cuerpo, más que la mente, más la ironía del mundo. Somos fuerza de vida que late, que respira, que aletea, que trina, que florece, que brisa, que ríe y que calla.

Ella encontró un motivo para vivir hasta cuando ya para el supuesto humano no cabría un motivo más. Era la vida misma. Y ella lo sabía, más que nadie, más que nada. Yo sé que a donde vaya, creará universos y realidades repletas de la fuerza de la vida que emanó y compartió siempre, en abundancia. Ella era la abundancia. Ella, en un rinconcito chiquito del planeta, como diría Borges de sus ignorados, ella estaba cambiando el mundo. Cambió el nuestro. Y eso, le hará justicia a su digna existencia.

Por tí haremos algo grande, maravilloso y feliz con nuestra vida. No habrá cuerpo ni universo que logre contener el amor que te tenemos y que nos enseñaste. Gracias por abrirnos los ojos a la humildad de lo grandioso. Haremos honor a ese Amor que fuiste y serás toda la eternidad.

Hoy te vas de nuestros ojos, pero te quedas en todo y en todos. Te veré donde esté y a donde vaya… amor de mi jardín, jardín de mis amores.

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✒️📜Soy la palabra, el verso y la prosa que expresan mis sentires en esta travesía de la vida, y en su ruta buscan resonar en tu corazón.

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