Aridez de Palabras
¿Les ha ocurrido que, tal como si transitaran un tramo del desierto, en ocasiones se sienten abandonados por el usual caudal de palabras, de posibilidades de expresión de aquello que necesitan o quieren comunicar?
De repente, la fluidez verbal se detiene aunque estemos ávidos de presenciar el generoso manantial de nuestra mente a través de nuestros labios, nuestra pluma, o los dedos del expectante mecanógrafo que llevamos dentro. Y la respuesta es: SILENCIO.
He rabiado con frecuencia estos caprichos impredecibles de la expresión, esta vulnerabilidad de la armonía interhemisférica de mi cerebro, que me responde NO, cuando espero un SÍ incondicional, seguido de inspiración plasmada a borbotones en el papel o el ordenador.
Mientras hoy me enfrentaba a uno de esos momentos, me preguntaba: ¿Qué esconde este voluntarioso silencio? ¿Qué pretensión muda trae detrás de sí la pantalla en blanco de la mente?
Elucubro, entonces… ¿Quizá me suspenda en la pausa para llevarme a cuestionar mi necesidad de palabra? ¿Para compeler a mis pensamientos a sumergirse en el vacío antes de exponerse a ser hilvanados en un tejido escrito que tal vez confine la hondura de lo esencial al limitado espectro del afluente verbal?
Esto me lleva a la evocación de los filtros de la percepción. No solo nos compone, a los humanos, un sistema de canales y procesadores sensoriales que van captando e interpretando las limitadas señales que es posible integrar en el minuto a minuto desde el mundo exterior, sino que también existen filtros que de adentro hacia afuera, moldean el expansivo mundo interior para encauzarlo en un esquema simbólico susceptible de ser transmitido a otros: el lenguaje. En algunos casos se acercará este constructo un poco más a ser la traducción fiel de los contenidos albergados… pero en general, no lograrán ser portadores idénticos de lo abstracto.
Es como si el silencio, la quietud, la latencia de la no-inspiración, al prolongar su visita en nuestros recintos, nos permitiera dilucidar este dilema para observar con humilde respeto 2 posibilidades: Por un lado, que lo intangible con alguna frecuencia superará cualquier capacidad de expresión, por locuaz, contundente o erudita que esta pueda llegar ser. Es probable que exista un “más allá de las palabras” que no pueda ser alcanzado por nuestra capacidad de compresión y simbolismo. Pero seguirá siendo honrado por la contemplación del silencio, nuestra presencia plena y por la coherencia en los hechos, ya que parafraseando a Woody Allen, “las cosas, al hacerse, se dicen solas”.
Por otro lado, que nuestros recursos de codificación y expresión quizá por el camino osen perder algunas piezas importantes, deformen involuntariamente fragmentos de contenido y, además, por sus inherentes características de subjetividad, queden a expensas de las modificaciones que el mapa mental propio y el mapa mental de sus receptores puedan activar en cualquier instancia del proceso comunicativo.
Ante esto, me sobreviene una dulce calma. Abro mis empuñadas manos que anidaban resistencia, impotencia y lucha con mi propia mente; las abro para amistar de nuevo con el silencio, con la sensación de bloqueo, con la pantalla blanca, con la quietud de la inspiración dormida. Y me sonrío.
Quizá este sea el minuto para honrar primero aquello que no puede ser abstraído.
Y la aridez es mi recordatorio para no subestimar su hondo contenido.
Ya vendrán las palabras, ya la inspiración amanecerá de nuevo.